Mi salvación esta noche fue acoplarme entre sábanas y cerrar los ojos para controlar mi turbia respiración. Lloraba como una niña a la que le quitaron su muñeca favorita o aquel niño que siempre quiso el automóvil de último modelo. Me retorcía y me tiraba a la cama como un boxeador agotado por ser golpeado y haber escuchado un último "knock-out" cuando aún tenía fuerzas.
Y aunque siga delirando con tus recuerdos, ninguno me bastará para volver a sonreír.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario